sábado, 30 de mayo de 2009

A PROPOSITO DE LA COLIMBA

Algunos personajes mediáticos resucitaron recientemente el tema del Servicio Militar como modo de rescatar a los jóvenes que, en proporciones alarmantes, se ven atrapados hoy por la droga, la vagancia o la delincuencia.
El Servicio Militar Obligatorio fue instituido en 1901 mediante la Ley 3.948, por el entonces Ministro de Guerra, coronel Pablo Ricchieri, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, y fue suspendido el 31 de agosto de 1994, durante la Presidencia de Carlos Saúl Menem.
No se abolió la conscripción, sino que fue suspendida.
La Ley de Servicio Militar Obligatorio sigue vigente y puede ser puesta en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional.
Durante los 93 años de vigencia, el Servicio Militar Obligatorio tuvo enormidad de aciertos y enormidad de errores.
Consideramos que en el año 1994 se debieron corregir los errores, pero nunca suspender el Servicio Militar.
El motivo que llevó a esta determinación fue la muerte por maltrato, en Zapala, provincia de Neuquén, de un conscripto de origen humilde apellidado Carrasco.
El máximo responsable del hecho fue sin dudas Martín Balza, que ostenta el inmerecido Grado máximo Militar de Teniente General, también inmerecido ex Jefe del Estado Mayor del Ejército, y que hoy nos representa en la Embajada Argentina en Bogotá.
Como lo hizo con sus Camaradas de Armas en la Guerra Sucia, en el caso Carrasco miró para otro lado y evadió sus responsabilidades con camaleónicas actitudes que terminaron posicionándolo en el cargo de embajador que actualmente ostenta.
Balza zafó.
La culpa, en cambio, la cargó un Subteniente, que pasó algún tiempo en prisión.
Entre los beneficios aportados por la Conscripción pueden mencionarse los siguientes:
Significaba un censo sanitario de toda la población masculina, ya que aunque hubo algún proyecto, nunca se concretó la conscripción femenina.
Sustraía a los jóvenes en general de la vagancia y se les enseñaba a respetar valores, disciplina, y a defender a la Patria.
No son pocos los que aprendieron, además, algún oficio.
Al momento de su implementación a comienzos del siglo XX, Ricchieri organizó Escuelas Primarias en los Cuarteles, con el fin de luchar contra el Analfabetismo.
En el caso de los más humildes, descubrieron en la llamada "Colimba" lo que era andar abrigado y calzado, las normas de higiene, y hasta lo que era una frazada, una ducha o un inodoro.
Y normalmente eran también los más humildes los que salían orgullosos de haber vestido el uniforme.
Muchos aprendieron a reconocer los símbolos patrios y las estrofas del Himno Nacional.
Pobres y ricos se reconocieron amparados por una misma Bandera.
Podrían enumerarse muchas virtudes más, pero pasemos a rever sus desaciertos.
Con el tiempo, y como toda institución humana sin demasiado control, paralelamente a sus virtudes comenzaron a aparecer sus vicios:
El tiempo de conscripción era demasiado largo.
Los soldados ya instruidos en los dos o tres primeros meses pasaron a ser empleados subalternos de sus Jefes de Turno.
Sobre la disciplina se impuso el autoritarismo, muchas veces arbitrario, de superiores sobre los conscriptos.
Los “bailes” se transformaron en una costumbre, muchas veces con consecuencias nefastas para la salud de los conscriptos.
Se los usaba de cadetes, mozos, cocineros o choferes de las hijas de algún oficial.
Muchos de los de mayor nivel intelectual, luego de un año de servicio abandonaban sus carreras universitarias.
Aquí también puede sumarse un largo etcétera.
Podría decirse, sin embargo, que durante los primeros años de su implementación el Servicio Militar Obligatorio cumplió los objetivos que se había trazado Ricchieri de modernizar el Ejército y hacerlo más eficiente y operativo, a la vez que contar con un Ejército de Reserva que contribuyera a la defensa de la Nación.
Numerosos jóvenes aprendieron a leer y escribir, normas de convivencia, oficios, y sus Deberes y Derechos como Ciudadanos.
Denostar a los militares por sus errores del pasado es mirar con mirada tuerta y desconocer su inmensa contribución al desarrollo del país y a la formación de muchas generaciones de argentinos, que se incorporaron a la sociedad como ciudadanos capaces de servir a la Patria.
El Servicio Militar Obligatorio podría ayudar a gran parte de la juventud, si cumpliera los objetivos planteados por el proyecto del Teniente General Ricchieri:
Formar un Eficiente y Profesional Ejército de Reserva y elevar a generaciones de argentinos a la categoría de ciudadanos, respetando su Diversidad y su Dignidad como personas.
Está en nuestros Gobernantes tener la inteligencia de buscar caminos para una juventud cuyo presente se halla, en muchos casos, equivocado, y cuyo futuro aparece como un enorme signo de interrogación.
Raquel Eugenia Consigli
Horacio Martínez Paz

miércoles, 27 de mayo de 2009

29 DE MAYO DIA DEL EJERCITO

El 25 de mayo de 1810 se estableció la Junta de Gobierno que asumió la conducción política de lo que era hasta ese momento el Virreinato del Río de la Plata, desplazando a las autoridades españolas.
La Presidencia de tal Organismo de Gobierno fue confiada al Coronel Cornelio Saavedra, quien ejerció asimismo la Comandancia General de Armas.
Esto constituyó un indicio cierto sobre la existencia de una profunda convicción:
La Revolución tendría que ser solventada en el terreno de los hechos.
El día 28, como reafirmación de tal premisa, se procedió a crear el Departamento de Gobierno y Guerra, cuya titularidad pasó a desempeñar Mariano Moreno.
De inmediato se expidió un Bando de la Junta ordenando la entrega de todas las armas, de cualquier tipo, en poder de los particulares, con el propósito de asegurar el armamento de una fuerza orgánica propia que avale el movimiento en expansión hacia las provincias interiores.
Precisamente para dar una estructura sólida a ese propósito, el 29 de mayo inmediato se Decretó la Creación de los Cuerpos Militares estables sobre la base de los Batallones preexistentes, consolidados en los años inmediatamente anteriores a raíz de las Invasiones Inglesas y los Malones de Tribus Indígenas.
Surgieron en tal ocasión los Regimientos 1 y 2 de Patricios; el 3, originado en los efectivos de Arribeños y las Compañías de Indios Naturales; el 4, a partir de las milicias de Montañeses; y el 5, tomando a los elementos del Batallón de Andaluces.
Asimismo se remontó como Regimiento al conocido como de Fernando VII, encarándose la Reestructuración de la Caballería y la Artillería heredadas del estado Virreinal.
Esas providencias fueron tomadas en la fecha preindicada, por cuyo motivo se la reconoce como la del Nacimiento del Ejército Argentino.
La Junta, dadas las Urgencias de la Guerra, no tuvo tiempo de cambiar la Organización y doctrina que regían bajo el mandato Español, por lo cual en las primeras épocas se mantuvieron las reales ordenanzas de Carlos III (incluyendo el reglamento de instrucción y táctica de cada arma); la Inspección de Armas y los Consejos de Guerra.
Esta estructura castrense fue utilizada por las autoridades de Buenos Aires para hacer reconocer sus potestades, entusiasmar a los pueblos del interior por la causa revolucionaria, rechazar a los enemigos de este movimiento y asegurar la posesión de los territorios estratégicos.
Los hechos vinieron a justificar plenamente, con posterioridad, aquella previsión del Primer Gobierno Patrio.
Las Fuerzas así formadas constituyeron el fundamento de los Ejércitos que, a poco andar, llevaron el Grito de Libertad al Alto Perú, el Paraguay y la Banda Oriental del Uruguay.
De esas primeras pruebas, esta institución militar acompañó al pueblo en todas sus vicisitudes, Protagonizando las Campañas de la Emancipación Nacional, las Contiendas por la Preservación de las Fronteras Internacionales, la Incorporación del Desierto a la Civilización, y la Reafirmación de los Derechos Argentinos en el Atlántico Sur.
La Celebración del 29 de mayo, Día del Ejército, permite sin duda evocar todos esos actos y abrir perspectivas de aliento para el futuro de la República.

TENIENTE GENERAL PEDRO EUGENIO ARAMBURU

SECUESTRADO, TORTURADO Y ASESINADO POR MONTONEROS

El Teniente General PEDRO EUGENIO ARAMBURU nació en Río Cuarto, Córdoba, el 21 de Mayo de 1904 y ejerció la Presidencia de facto, en nombre de la Revolución Libertadora, desde el 13 de Noviembre de 1955 hasta el 1º de Mayo de 1958, cuando entregó el poder al Presidente Constitucional Arturo Frondizi.

En 1970, luego de 49 días de incertidumbre, se confirmó que eran suyos los restos hallados en la chacra La Celma, en la localidad de Timote (379 kilómetros al oeste de la Capital), en el partido de Carlos Tejedor.
Había sido Secuestrado de su casa el 29 de Mayo de 1970 - Día del Ejército- por miembros de lo que luego se conocería como Agrupación Montoneros.
En ese momento, Aramburu había elaborado su propia síntesis y llegado a la conclusión de que no eran las botas sino los votos los que podían abrir procesos más sólidos de participación cívica.
Por eso mismo había sido candidato en las elecciones del 7 de julio de 1963 en las que no pudo captar suficientes votos antiperonistas como para vencer al radical Arturo Illia.
De todas formas, tuvo un promisorio papel.
Siete años después, el "Cordobazo”, y un reguero de violencia anterior y posterior, más la oportunidad económica perdida por aplicación de fórmulas liberales, ponían a Onganía en la antesala de salida de la Casa Rosada.
Fue entonces cuando se produjo el secuestro de Aramburu, mencionado en las especulaciones como un eventual sucesor, aunque él siguiera pensando en las vías democráticas.
Una red de oscuros hilos vincularon su martirio como un intento desesperado de sectores del Gobierno para preservar a Onganía.
Pero si el secuestro fue el comienzo de una intriga militar casi palaciega, el asesinato del final puso el dilema de la violencia en otra escala.
La propia Organización Montoneros informaría después que Aramburu había sido "ajusticiado" por haber firmado los decretos 10.362 y 10.363 del 9 de Junio de 1956, que habían legalizado los Fusilamientos de más de 30 personas, sin juicio previo.
Se dice que cuando Aramburu escuchó lo que oficiaba de "sentencia"
pidió que le ataran los zapatos y luego esperó la muerte sin pestañear.

viernes, 22 de mayo de 2009

TENIENTE ESTEVEZ MUERTO EN COMBATE

Nació en Misiones 24 Febrero de 1957 Ingresó al CMN 27 Feb 75 y egresó como Subt I en el año 1978.
Participó como Teniente, en el desembarco del 02 de Abril de 1982 con el RI 25, siendo desplegado con la Ca I “C” del Regimiento en la localidad de Darwin.
Durante la guerra de Malvinas, el teniente Roberto Estévez estaba posicionado en con sus hombres en Pradera del Ganso, cuando recibió la orden de atacar la Colinas de Boca House.
Considerando Estévez que aquella era una misión sin retorno, agradeció a su superior la oportunidad que le daba de llevar acabo esta misión.
Arengó su tropa y al frente de ella se dirigió al objetivo bajo un intenso fuego de artillería, llegando al mismo en la madrugada siguiente.-
"Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección NO, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía "A", del Regimiento 12 de Infantería.
Tratará de recomponer, a toda costa la primera línea.
Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino".
Luego, lo despidió con un fuerte abrazo.
La difícil y crítica situación no le permitió agregarle ningún otro tipo de detalle a la orden; además, tratándose de Estévez, eran innecesarios.-
"Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación.
Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen" ...así fue la rápida arenga de Estévez.
Finalmente, todos los integrantes de la fracción, escucharon la mejor y más hermosa orden que puede dar un Jefe:
"Seguirme!".
Pronto estarían inmersos en el combate.-
"Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego!
Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza..." -diversas órdenes se entrecruzaban en medio del fragor y la ferocidad de la lucha; finalmente, se logra bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses.-
Cabo Castro, me hirieron en la pierna, pero no se preocupe, continuaré reglando el tiro de la artillería -gritó, sin titubear, el Teniente Estévez.-
Enfermero, ¡rápido, atienda al Teniente! -ordenó Castro, con un grito.-
Me pegaron de nuevo, esta vez en el hombro.
Cabo Castro no abandone el equipo de comunicaciones y continúe dirigiendo el fuego de artillería...
Fue su última orden; un certero impacto en la cara, quizás de un tirador especial, lo desplomó sin vida.-
"Soldados, el Teniente está muerto, me hago cargo"
Gritó Castro y continuó con la misión ordenada, hasta que fue alcanzado por una ráfaga de proyectiles trazantes, que llegaron a quemar su cuerpo."-
"Camaradas, me hago cargo del mando de la Sección, nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan".
El Soldado Fabricio Carrascul, llevado por el ejemplo heroico de sus Jefes que yacen inermes en el glorioso campo de la guerra, impartió con firmeza su primera orden.-
Los ingleses se repliegan, bien, los hemos detenido y los obligamos a retirarse.
¡Viva la Patria!
Gritó con alegría, Carrascul, al ver la maniobra inglesa.
En ese momento, un preciso disparo, quizás del mismo tirador especial que eliminó a sus Jefes, le quitó la vida.
Sin Jefes, agotadas las municiones y transportando sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Primera Sección de Tiradores Especiales se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con la Misión.
El teniente Estévez dejó a sus padres esta conmovedora carta:
Querido papá:
Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro Señor.
Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡que misión! ¿ Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar la islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es:
1) Que restaures una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo.
2) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea apertura a la tristeza, y muy importante.
3) Que recen por mi.Papá, hay cosas que, en un día cualquiera no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas.
Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar en que vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite.
Un fuerte abrazo.
Dios y Patria ¡ O muerte !
Roberto.

PRADERA DEL GANSO LOS BRAVOS DEL 25


Honrando el valor de los bravos del 25

Por el Suboficial Principal VGM Jorge Alberto Pacheco

El objetivo de este artículo es exponer la intervención de la 2da Sección "ROMEO" de la Ca I “C” del RI 25 en la batalla de Pradera del Ganso (Goose Green), acontecimiento que viví muy de cerca y que me marcó para siempre como ser humano y soldado.

Pretendo, también, que esta descripción histórica constituya un póstumo reconocimiento a aquellos doce héroes de esta unidad, quienes dieron sus vidas en favor del cumplimiento del sagrado deber militar.

En el año 1982, me hallaba destinado -con el grado de cabo- en el Regimiento de Infantería 25 (RI 25), como jefe del segundo grupo de tiradores, integrando la primera sección de la Compañía de Infantería (Ca I) "B".

El 26 de marzo, como primer paso a la realización de un ejercicio de combate en la zona de responsabilidad de la unidad (sin saberlo se estaba poniendo en práctica el plan de velo y engaño previsto para encubrir una misión real), se creó la Ca I “C”, cuyo jefe era el Teniente Primero Daniel Esteban.

Esta Ca estaba compuesta por la 1ra Sección "BOTE” al mando del Teniente Roberto Estévez, la 2da Sección "ROMEO" a cargo del Subteniente Juan José Gómez Centurión (mi rol de combate en esta sección fue el de jefe del segundo grupo), mientras que la 3ra Sección "GATO” estaba a órdenes del Subteniente Roberto Oscar Reyes. La Ca I “C'' ejecutó las más diversas y variadas misiones, ya en forma conjunta o con las secciones segregadas.

Todo comenzó con el desembarco del 2 de abril, honor que le correspondió a la Ca I “C” y a elementos del BIM 2.

Se continuó, entonces, con la ocupación de la zona de Darwin y Pradera del Ganso.

Luego se produjo el combate en el Estrecho de San Carlos, para dar el alerta temprana.

Se contó, entonces, con acciones heroicas, teniendo en cuenta la inferioridad de los medios.

Allí, en San Carlos, se encontraban el Puesto Comando de la Ca I “C” (Tte 1ro Esteban), la Sec GATO (Subt Reyes) y la Sec Pes (-) del RI 12 (Subt Vázquez).

LOS HECHOS

El 26 de mayo ya ocupábamos nuestras nuevas posiciones: el puente de Bodie Creek, situado a unos 4.000 metros del caserío de Pradera del Ganso.

Para entonces, la sección "ROMEO" estaba sin el jefe del tercer grupo, por cuanto éste había sido evacuado, como resultado de una herida de bala recibida con posterioridad a una incursión aérea enemiga.

En consecuencia, debió hacerse cargo del mismo, el encargado de la sección.

En este punto, digamos que el Cabo Miguel Ávila (jefe del grupo apoyo de la mencionada sección), ya había sido agregado a la sección del Teniente Estévez.

En la noche del día 27, comenzó el bombardeo naval inglés sobre las posiciones situadas más allá del establecimiento Darwin y Boca House.

Un nutrido fuego de armas automáticas, delatado por el sonido y el resplandor de la abundante munición trazante utilizada, indicaba que en ese sector se estaba concretando un fuerte ataque enemigo.

En el sector Sur, nuestra fracción esperaba.

En medio de una creciente impaciencia, el jefe de sección decidió aguardar un tiempo prudencial y, de no recibir ninguna orden del comando de la Fuerza de Tareas “MERCEDES”, tomaría la decisión de marchar hasta Pradera del Ganso.

Como no tuvo ningún tipo de comunicación, con las primeras luces del día 28, nos replegamos hasta aquel caserío que, a la sazón, era la retaguardia de combate.

Dejamos nuestros bolsones, llevando el equipo aligerado y toda la munición que disponíamos, distribuida en nuestros porta cargadores y bolsas de rancho.

Comenzamos, entonces, una extenuante marcha hacia el poblado, según el ritmo que nos permitía el estado del terreno.

Con el barro hasta las rodillas, el desplazamiento constituyó una verdadera proeza.

En el avance, nos encontramos con un espectáculo difícil de describir: soldados perturbados, con heridas sangrantes o crisis nerviosas, confundían más el ya inquietante amanecer.

El cansancio, el dolor y la desesperación parecían juntarse y multiplicarse.

Cuando arribamos al lugar, el Subteniente Gómez Centurión se dirigió al puesto comando.

Allí le informaron que el Teniente Estévez había sido muerto en el combate de Darwin, ocurrido esa misma madrugada.

Su muerte se unía a la de los Cabos Ávila y Mario Castro, y a la de los soldados Fabricio Carrascul, Arnaldo Zavala y Horacio Giraudo.

Al Subteniente Gómez Centurión le ordenaron esperar y preparar la sección para dirigirse al sector de Darwin, ni bien existiera algo más de información sobre la Ca I "A" del RI 12.A media mañana, se decidió lanzar un contraataque, para bloquear una penetración de efectivos enemigos que se habían desplazado por el Este de Monte Darwin, con la aparente intención de atacar la posición por retaguardia.

Cuando la sección ya estaba en movimiento, llegó corriendo el Cabo Andrés Fernández, dispuesto a sumarse al combate.

Si bien este suboficial estaba destinado en el rancho, Gómez Centurión no tuvo tiempo para negarle su pedido, y el cabo quedó entonces integrado a la fracción.

La sección avanzó con la misión de alcanzar las alturas predominantes, por lo que debimos cruzar el puente que se encontraba inmediatamente después de una escuela, que ocupamos hasta el 1º de mayo.

Alcanzamos el edificio, pero rápidamente tuvimos que regresar, pues el enemigo ya tenía efectivos adelantados en dichas posiciones.

Para el movimiento de ida y vuelta, nuestra formación era de una columna; en la pequeña playa, no había lugar para adoptar otra.

Ya para entonces, los equipos aligerados eran una tortura.

Tuvimos que deshacernos de ellos, pues con el peso de la munición y las correas gruperas de cuero, que nos cortaban prácticamente la circulación sanguínea de los brazos, dichos equipos constituían una real incomodidad.

Los proyectiles de armas automáticas enemigas pasaban por sobre nuestras cabezas e impactaban en el suelo y el agua.

Afortunadamente, no tuvimos heridos.

Mientras regresábamos a nuestras posiciones iniciales, el jefe de sección ordenó ocuparlas, según este orden: el tercer grupo del Sargento Ismael García, más cerca del improvisado aeródromo, luego yo, con el segundo grupo al centro, y por último, el Cabo Rubén Oviedo con el primer grupo; debíamos tomar contacto con las posiciones lindantes a la población de Pradera del Ganso.

Pero el combate se mostró confuso.

En consecuencia, debido a la velocidad de marcha que traíamos en el repliegue y al constante fuego enemigo, quedé ubicado en último lugar.

Por lo tanto, mis posiciones fueron ocupadas por el primer grupo.

Me di cuenta de este involuntario error, y a los gritos se lo hice saber a Oviedo.

Pero él me contestó que dejásemos todo así; ya no teníamos tiempo para cambiar de lugar.

Dios había dispuesto que sería mi compañero el que ofrecería su sangre.

El jefe de sección tomó, por lo tanto, este grupo -que estaba más cerca de él-, y lo adelantó como patrulla en dirección a Darwin.

Se divisó entonces, el avance de una fracción enemiga, aproximadamente a 500 ó 600 metros al Norte del lugar alcanzado por nuestra fracción.

Estos efectivos avanzaban en columna sobre el camino, advertidos, tal vez, de la posible existencia de un campo minado.

Mientras tanto, el Subteniente Gómez Centurión ordenó al tercer grupo, ocupar posiciones sobre el lado derecho del camino.

Fue aquí cuando vi por última vez al Sargento García, quien al ser interrogado por mí acerca de dónde se dirigía, con una sonrisa y el brazo levantado me contestó: "Nos vemos Pachequito”.

El sabía muy bien de la loable misión que estaba cumpliendo y de su férreo convencimiento de morir por la Patria.

Creo, pues, que con ese gesto, se estaba despidiendo de todos nosotros.

La sección se reestructuró, para colocarse en forma oblicua al camino; bien oculta, a pesar de las pocas cubiertas que ofrecía el terreno, pero con las ventajas que otorgaban las condiciones climáticas, a partir de la baja visibilidad.

En tanto, se esperaba que el enemigo estuviese al alcance de nuestras armas.

Cuando se encontraban a unos 150 ó 200 metros, el subteniente ordenó abrir el fuego.

Los primeros ingleses que venían en la columna fueron sorprendidos y cayeron heridos o muertos.

El resto de la columna tomó posiciones en el lugar.

Se trataba de inducirlos a desplegar sobre el campo minado que estaba a ambos costados del camino, pero, a pesar del violento fuego que recibían, no hicieron lo que nosotros esperábamos.

Al contrario, algunos se tiraban cuerpo a tierra en el camino, y otros, más temerarios, disparaban desde la posición de pie o rodilla a tierra.

Así continuaron, abriendo fuego poco efectivo sobre nuestra fracción.

Por un momento, logramos frenarlos. Luego, pasado un tiempo que pareció una eternidad, el subteniente observó que unos soldados británicos levantaban los fusiles y agitaban los cascos, por lo cual ordenó suspender el fuego.

Los hombres avanzaron hasta nuestras posiciones, y uno de ellos se apartó del resto para hablar con nuestro jefe de sección, quien también se adelantó, dispuesto a concederles el parlamento que pedían.

Pasado el combate posterior a ese parlamento, fue el propio subteniente quien me contó que como joven oficial, se sentía orgulloso de que un jefe inglés quisiera rendírsele, ya que se encontraban en una posición totalmente desfavorable.

Sin embargo, eso fue lo que creyó en un principio.

Cuando el oficial enemigo le preguntó si entendía inglés, y se dio a conocer como oficial inglés, le dijo que si entregaba el armamento, aseguraba la vida de todos los hombres de la sección.

Al principio, no entendió muy bien el concepto, pero cuando reaccionó, le contestó que no hablaría más, y que después de dos minutos volvería a abrir el fuego.

Luego, cada cual volvió a sus posiciones.

Nadie tiraba.

Pero cuando faltaban pocos metros para que el Subteniente Gómez Centurión llegara hasta donde estaba la sección desplegada, una ametralladora comenzó a tirar desde unas elevaciones del lado izquierdo, que originariamente no habían sido ocupadas por el enemigo.

Al darse vuelta y observar hacia el lugar de donde provenía el fuego, comprobó que el oficial inglés estaba en posición de tirar, por lo que disparó con su FAL, observando cómo el citado oficial caía mortalmente herido sobre los alambres. Inmediatamente se inició un violento combate.

La balanza parecía inclinarse, de repente, a su favor.

Hasta unos momentos antes, eran ellos los que sostenían la peor situación; entonces, en esa nueva circunstancia, nos hacían fuego efectivo con ametralladoras, hecho que causaba, entre los nuestros, gran cantidad de bajas.

En tales momentos, se pierde la noción del tiempo.

Nos olvidamos, por lo tanto, de nuestras necesidades básicas.

Se tenía la sensación de que todo transcurría en cámara lenta y no sentíamos, de inmediato, el miedo.

La preocupación primordial era sobrevivir.

El Subteniente Gómez Centurión y el Soldado José Ortega seguían tirando juntos, contra los paracaidistas británicos.

En un momento, el subteniente se corrió hasta la MAG que, accionada por un soldado del RI 12 agregado a la sección, no disparaba por encontrarse trabada.

Luego de ponerla otra vez en funcionamiento, y después de decirle al apuntador hacia dónde debía tirar, regresó arrastrándose a su posición, encontrándose con que el Soldado Ortega había sido muerto por un disparo en la cabeza.

El Sargento García, junto con los Soldados Ricardo Austin y José Allende, fueron destacados para aproximarse a las ametralladoras inglesas, e intentar silenciarlas con fuego automático de la MAG.

Para ello debían cruzar el alambrado que delimitaba el camino a ambos costados.

Fue aquí cuando los descubrieron, mientras eran batidos certeramente con fuego de ametralladoras.

Los dos soldados murieron en el acto.

El sargento, herido, quiso cruzar el alambrado, pero los ingleses nuevamente dispararon sobre él.

En ese preciso momento, pasó a la inmortalidad.

Unos pocos segundos y su vida quedó tronchada.

Cerca de la pista del aeródromo, el Cabo Oviedo, con intenso fuego, trató de llamar la atención del enemigo, para permitir que el resto de los soldados obtuviera una mejor cubierta.

Pero fue el caos.

El combate se volvió sangriento.

Cayeron soldados propios y enemigos, se escucharon gritos, órdenes, explosiones.

El volumen de fuego inglés era infernal.

Todos trataban de buscar la mejor cubierta, de aferrarse a algo.

Cualquier cosa era válida para preservar la vida, para seguir peleando; aun unos cajones vacíos de munición.

Oviedo los vio y se dirigió hacia allí, disparando, parapetado cuerpo a tierra tras de ellos.

Pero un disparo alcanzó su cuerpo y quedó encogido sobre sí mismo.

Murió pocos momentos después.

Se fue como él quería: luchando de frente.

Ganó, sin duda, la mejor de las muertes para un soldado.

Cerca de él, abatido por otros disparos, también había muerto uno de los soldados de su grupo, el Soldado Ramón Cabrera.

Empero a pesar de tanto derroche de heroísmo, la posición se hizo insostenible.

El subteniente debía ordenar el repliegue hasta las posiciones iniciales.

Comenzó el movimiento de la fracción, cuando el jefe de sección se dio cuenta de que el Cabo Fernández caía herido.

Inmediatamente, junto con un soldado, concurrió hasta allí para tratar de evacuarlo, ordenando al resto de la sección que se replegara.

El suboficial herido era un peso muerto.

Lo arrastraban en una forma muy lenta y esto podía ocasionar mayores pérdidas para el resto del personal que los cubría por el fuego.

Por ello, el subteniente optó por dejarlo en un lugar, a cubierto, no sin antes prometerle que volvería a buscarlo.

Entonces sí, toda la sección se replegó reunida, algunos llevando a los que estaban heridos, y el resto, cubriéndolos.

En un momento dado, mi grupo quedó entre dos fuegos.

El enemigo seguía tirando sobre nuestras posiciones; detrás de la mía, se hallaba personal del RI 12 que contestaba con ímpetu, sin percatarse, quizás, de que nosotros estábamos ahí.

Ya casi no podíamos sacar nuestras cabezas; solamente lo hacíamos en alguna breve pausa del fuego.

En una de ellas divisé que, por la playa, un par de hombres venían a la carrera, agitando sus brazos y gritando que eran propia tropa.

Resultaron ser el Cabo René Rosales y un soldado de la sección “BOTE”, quienes habían quedado como enlace en la escuela.

Después de perder contacto con el resto de sus compañeros, sin saber la suerte que habían corrido todos ellos, se quedaron en ese lugar hasta que pudieron salir sin ser descubiertos por los ingleses, o bien cuando una pausa de fuego se los permitió.

Cuando el resto de la sección llegó a la altura en donde se encontraba mi grupo (ya el enemigo no tiraba sobre nosotros), el subteniente me buscó y dijo que García, Oviedo y algunos soldados habían muerto.

En la voz, se le notaba mucha rabia y singular congoja.

Sé que lamentó mucho la muerte del encargado de la sección, ya que en esos días se habían hecho muy amigos, hasta el extremo que, en algunas ocasiones, dejaban de lado el formalismo y se permitían el tuteo.

Por mi parte, la única reacción que tuve fue la de maldecir y pegar un cachetazo en el fusil, cuando la violenta realidad de la pérdida de mi amigo me golpeó en el alma.

El que alguna vez haya perdido un amigo y cualquiera haya sido la circunstancia, creo que sabrá comprender lo que ello significa y el dolor que produce.

En la sección, se habían producido muchas bajas, por lo que tuve que hacerme cargo de la reunión del resto de los soldados, y sacar novedades de personal y material, mientras el subteniente se encargaba de evacuar a los heridos para que recibieran la atención adecuada.

Entre muertos y heridos, el 50% de la sección había quedado fuera de combate.

Los disparos se hacían cada vez más esporádicos.

La sección ya no tiraba, para ahorrar munición.

Además, desde donde estábamos, ya casi no teníamos campo de tiro.

Cuando el subteniente regresó, pidió voluntarios para buscar al Cabo Fernández.

Me ofrecí, pero él se negó, aduciendo que yo era el único jefe de grupo que le quedaba con vida.

Por lo tanto, me tenía que hacer cargo de la sección durante su ausencia.

Esperó que anocheciera, y junto con los soldados José Aguerrebengoa y José Carobbio, estuvieron buscando al Cabo Fernández por espacio de una hora.

La noche era cerrada.

Cuando al fin lo encontraron, el Cabo se alegró muchísimo.

Estaba casi inconsciente por la pérdida de sangre, pero comentó que, un rato antes, una patrulla inglesa había pasado por ahí y él había fingido estar muerto.

Realmente, estaba malherido, porque al intentar moverlo, gritaba a causa de los dolores.

A duras penas, llegaron hasta el puesto de socorro.

El cabo se salvó, pero perdió dos dedos, y hubo que aplicarle un clavo a la altura de la cadera.

Realmente, era una noche muy oscura.

Comenzó a lloviznar y hacía mucho frío.

Ya casi no se escuchaban disparos, solamente se oían los rotores de los helicópteros ingleses, quienes, aparentemente, acercaban refuerzos, material y munición.

Uno de ellos se acercó demasiado hasta nuestras posiciones, pero un nutrido fuego de armas automáticas lo obligó a marcharse.

En esos momentos, comencé a tener conciencia de lo que había vivido.

Pensaba en mi compañero, y no podía creer que estuviera muerto.

Sin darme cuenta, empecé a rezar.

Luego lloré, exteriorizando todas mis emociones largamente contenidas.

No me avergüenzo de ello, pues creo que es de hombres llorar.

Lloré dando gracias por seguir vivo, lloré con dolor por todos aquellos que habían muerto en el cumplimiento del deber, lloré desconcertado, preguntándome el porqué de tanto sufrimiento y tanta guerra, del sacrificio de tantas vidas, de si todo ello valdría la pena.

Ya casi no sentía frío.

El frío se había hecho carne en mí.

Ahora tenía la inmensa responsabilidad de cuidar del resto de los soldados que habían quedado en la sección.

Con algunos de ellos, repartimos mantas a todo el personal, para poder dormir más calientes y secos en nuestras posiciones.

Era como un merecido premio a tanto esfuerzo.

Establecimos un primer turno de guardia para la noche, con el 50% del personal, mientras que el resto descansaría.

A mitad de la noche, rotamos.

Ya teníamos la orden de esperar hasta el día siguiente.

Por lo tanto, hubo un cese momentáneo del fuego.

Ya presentíamos que la rendición era inminente y que nada más podíamos hacer.

MI HOMENAJE A 27 años de aquella jornada, sigo agradeciendo a Dios por haberme permitido participar en un hecho histórico trascendental:

Defender a mi Patria en combate.

Aún hoy, continúo con el pecho henchido de orgullo por haber tenido como compañeros de armas a aquellos hombres que, con valor, abnegación y espíritu de sacrificio, entregaron sus vidas para restablecer el honor nacional.

Quiero transmitir que, como seres humanos, somos temerosos de enfrentar lo inevitable: la propia muerte.

Pero ellos supieron hacerlo de cara al enemigo, sin especulaciones.

Las acciones heroicas descriptas en este relato no nacieron del cálculo, sino de las enraizadas convicciones de hombres con sentimientos profundos, que sabían lo que querían y hacían.

Ellos constituyen, para los que hoy transitamos en el histórico y querido RI 25, el emblema de nuestros procederes diarios.

Ellos, ya pertenecen a la legión de héroes.

Ellos, por su sangre derramada en la fría turba malvinense, son los "BRAVOS del 25”.

25 DE MAYO DIA DE LA PATRIA

LA REVOLUCIÓN DE MAYO DE 1810
Casi simultáneamente en varios países latinoamericanos se produjeron movimientos emancipadores del dominio español.

Las causas que llevaron a este desenlace fueron, entre otras:
La Independencia de los Estados Unidos de América ocurrida el 4 de julio de 1776.
La Revolución Francesa en 1789 y las nuevas ideas, así como la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano".
Las ideas de igualdad entre criollos y peninsulares sostenidas por Fray Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Juan de Solórzano, entre otros.
Las ideas de avanzada de patriotas hispanoamericanos como Francisco Miranda y Antonio Nariño.
La caída de Fernando VII y la invasión napoleónica en España.
La pobre administración española en las colonias y el sistema de monopolio comercial.
Las Invasiones Inglesas con las que se demostró la ineficacia del sistema político hispano, así como la toma de conciencia del pueblo de su propio poder; la formación de fuerzas criollas, y el apoyo posterior de Inglaterra a las ideas de emancipación.
Las colonias que se consideraban propiedad del rey, producida la caída de éste, cortaban los vínculos con España.
Agitaciones políticas y reuniones secretas que habían comenzado más de un año antes.
1810
Un grupo de Patriotas con ideas revolucionarias se venían reuniendo en la Jabonería, negocio de Hipólito Vieytes, en la casa de Rodríguez Peña y en la quinta de Mariano de Orma, gestando las ideas revolucionarias que culminarías saliendo a la luz el 25 de Mayo. Entre ellos estaban Belgrano, Saavedra, Rodríguez Peña, Alberti, Paso.
Viernes 18 de Mayo de 1810
El Virrey Cisneros anuncia al pueblo la caída de Andalucía en poder de los franceses, hechos que ya eran conocidos por las noticias llegadas a Montevideo al recalar una fragata inglesa.
Los patriotas se reunieron con Cornelio Saavedra, Jefe del Regimiento de Patricios, considerando que el momento de llevar a la acción sus ideas revolucionarias había llegado.
Sábado 19 de Mayo de 1810
Los Patriotas comisionan a Castelli para presentarse ante el síndico procurador Julián de Leiva, y por otro lado a Belgrano y Saavedra a que se apersonaran ante el Alcalde en Primer Voto Juan José Lezica, para solicitar que, con la aceptación del Virrey Cisneros, fuera convocado un Cabildo Abierto para que deliberara el pueblo sobre su destino.
Domingo 20 de Mayo de 1910
Enterado de la petición, el Virrey se reunió con las Fuerzas Militares y Saavedra no fue lo suficientemente enérgico en su posición, por lo que Cisneros no resolvió nada.
Los revolucionarios enviaron a Martín Rodríguez y Castelli, quienes- haciendo caso omiso de la cólera del virrey- lograron que aceptara convocar a Cabildo Abierto.
Lunes 21 de Mayo de 1810
Apoyados por vecinos que solicitaban la solicitud de un Cabildo Abierto, los regidores recibieron por parte del Virrey Cisneros una autorización escrita en que accedía a la voluntad popular de convocar a una sesión pública para el día siguiente, en la que se convocara a la parte más representativa y más sana del vecindario.
Martes 22 de Mayo de 1810
CABILDO ABIERTO
Se reunió el Cabildo Abierto con una afluencia de alrededor de doscientas cincuenta personas.
Se inició un debate que fue comenzado por el escribano del Cabildo, Justo Núñez, luego prosiguió el Obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, quienes aconsejaban no innovar.
Las ideas revolucionarias patrióticas fueron expuestas y defendidas por el doctor Juan José Castelli, quien exaltó los derechos del pueblo de Buenos Aires para ejercer la soberanía y poder tener un gobierno propio.Prosiguió haciendo uso de la palabra el militar Ruiz Huidobro, quien expuso que habiendo cesado en el cargo el Rey Fernando VII, también caducaba el mando del Virrey Cisneros, y que el Cabildo debía decidir el sucesor.Siguieron otras exposiciones, y posteriormente se realizó una votación, pero dado lo extenso de las sesiones de ese día, y lo avanzado de la hora, se dejó el escrutinio para el día siguiente.
Miércoles 23 de Mayo
Se realizó el escrutinio que resultó:
155 votos: Destitución del Virrey
89 votos: Por la continuación del Virrey solo o con asesores.
27 personas: No votaron
Previo a este sufragio, se expusieron muy diversas opiniones. La falta de unidad en las ideas quiso ser aprovechada por los síndicos que designarían Presidente de la Junta provisional, al propio Cisneros.
Jueves 24 de Mayo de 1810
Reunido el Cabildo dispuso que la Junta de Gobierno fuera presidida por Cisneros, además de dos españoles (Juan M. Solá y José Santos Incháurregui) y dos criollos (Castelli y Saavedra).
Asesorados por el síndico reaccionario español Julián de Leiva, se redactó un Reglamento.Juraron ese día y fueron aprobados por los mandos militares.
Pero cuando trascendió que el Virrey seguía al mando, comenzó a agitarse la población agrupada en la Plaza Mayor, encabezados por French, Beruti y otros.A la par, los patriotas revolucionarios, reunidos, hicieron ver el error a Castelli, quien dijo que elevaría su renuncia y sugeriría la misma actitud a Saavedra.
Eran apoyados por los regimientos de Arribeños y Patricios. por la noche los dos criollos miembros de esta Junta, presentaron su renuncia.
Y el síndico volvió a citar para el día siguiente.Los patriotas reunidos durante toda esa noche en casa de Rodríguez Peña, deliberan sobre los miembros que integrarán una lista que será presentada ante el Cabildo.
Viernes 25 de Mayo de 1810
Los cabildantes aceptaron la renuncia indeclinable del Virrey, que aceptó el descontento popular hacia su investidura; los jefes militares le negaban su apoyo.
Después de muchos artilugios del síndico Leiva para coartar los objetivos patriotas, los cabildantes decidieron aceptarla Junta revolucionaria presentada, avalada por firmas, y respaldada por el pueblo en la Plaza, quedó integrada la:
PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO
Presidente: Comandante de Armas Cornelio Saavedra
Secretarios: Doctores Juan José paso y Mariano Moreno
Vocales: Pbro. Manuel Alberti, Dr. Manuel Belgrano, Dr. Juan José Castelli, Miguel de
Azcuénaga, Domingo Matheu y Juan Larrea

domingo, 17 de mayo de 2009

DIA DE LA ESCARAPELA NACIONAL ARGENTINA

Origen de la escarapela
El origen de los colores de la escarapela y las razones por las que fueron elegidos para simbolizar a la Patria no pueden establecerse con precisión.
Entre muchas versiones, una afirma que los colores Blanco y Celeste fueron adoptados por primera vez durante las Invasiones Inglesas (1806-1807) por los Patricios, el primer Cuerpo de Milicia Urbana del Río de la Plata y que luego empezaron a popularizarse entre los nativos.
Se dice también que la Escarapela Argentina fue utilizada por primera vez por un grupo de damas de Buenos Aires al presentarse a una entrevista con el entonces Coronel Cornelio de Saavedra, Jefe del Regimiento de Patricios, el 19 de Mayo de 1810.
Lo cierto es que el 13 de Febrero de 1812 Manuel Belgrano mediante una nota solicitó al Triunvirato que se fije el uso de la Escarapela Nacional.
Belgrano no vio el Cielo Celeste y las Nubes Blancas, y en esto se inspiró para crear la Bandera Nacional.
Se fundaba en que los Cuerpos del Ejército usaban Escarapelas de distintos Colores y que era necesario uniformarlos a todos, puesto que defendían la misma causa.
El 18 de Febrero de ese año, el Gobierno resolvió reconocer la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata con los Colores Blanco y Azul Celeste.
Entusiasmado con la medida, Belgrano diseñó una Bandera Nacional con los mismos Colores y la hizo Jurar el 27 de Febrero.
Ese mismo día, el Triunvirato ordenó a Manuel Belgrano hacerse cargo del Ejército del Norte, desmoralizado después de la derrota de Huaqui.
El General emprendió la marcha al Norte de inmediato y, por esta razón, no se enteró del rotundo rechazo del Gobierno a la nueva Bandera.
Ese 27 de Febrero de 1812 Belgrano inauguró las Baterías Libertad e Independencia e informó al Gobierno:
"Siendo preciso Enarbolar la Bandera, y No Teniéndola, la Mandé hacer Celeste y Blanca, conforme a los Colores de la Escarapela Nacional”.
Los Colores Nacionales se usaron en la Argentina desde 1811, en la Escarapela famosa erróneamente Atribuida a la Distribución de French y Beruti del año anterior.
Provenían de los Colores Borbónicos, de la casa de Fernando VII (Rey ausente de España).
La Escarapela Blanca y Celeste ya había sido utilizada por Pueyrredón y otros Camaradas durante las Invasiones Inglesas.
La Escarapela es Creada por Decreto el 18 de Febrero de 1812.
La Fiesta de la Escarapela fue autorizada por el Consejo Nacional de Educación con fecha 13 de Mayo de 1935 (Expte. 9602-9º-935), sobre una iniciativa de la Directora de la entonces Esc. 4 del C. E. 9º, Profesora Carmen Cabrera, y los Profesores Benito A. Favre y Antonio Ardissono, Director y Vicedirector, respectivamente, de la Esc. 11 del mismo Distrito, quienes, con el asesoramiento de la Inspección de Labores, resolvieron constituirse en Comisión para celebrar la Fiesta de la Escarapela el día 20 de Mayo.
El C. N. de Educación autorizó la celebración de la fiesta, pero, si establecer razones, el día 18 en lugar del día 20.
Por resolución del 04 de Abril de 1941 (Expte. 33193-1º-940) instituyó el 18 como Día de la Escarapela, estableciendo, además, que el acto debía realizarse en una de las Escuelas de cada Distrito con concurrencia de Delegaciones de 4º y 6º grados y 4ª y 5ª secciones.
Por el "Calendario Escolar" del año 1951 (Res. del Ministerio de Educación, 08 de Enero de 1951, Expte. 294282/950), se fijó el 19 de Mayo como Día de la Escarapela.
Esta Disposición se fundó en las consideraciones (episodio de los rebozos celestes ribeteados con cintas blancas con que, en ese día, se adornaron las damas porteñas) formuladas por la Comisión de Antecedentes de los Símbolos Nacionales, publicadas en el folleto "French y la divisa de Mayo", editado por el Círculo Militar de 1941.
Pero esta celebración se limitaba a una anotación en la Cartelera de Efemérides (Forma IV).
Desde entonces la celebración ha experimentado diversas alternativas.
El Consejo Nacional de Educación, por resolución del 12 de mayo de 1960 (Expte. 12515/960), resolvió restituir la celebración según los términos de la disposición del 04 de Abril de 1941.
Fiesta de la Escarapela.
Autorización para celebrar la Fiesta de la Escarapela el día 18, según iniciativa de las Escuelas 4 y 11 del C. E. 9º (Res. 13-5-1935, Expte. 9602-9º-935).
Día de la Escarapela. Institúyese el 18 de Mayo como Día de la Escarapela.
Forma de realizarse el acto (Res. 4-4-1941, Expte. 33193-1º-940).
Fíjase el 19 de Mayo como Día de la Escarapela.
Fijación establecida por el Calendario Escolar de 1951 (Res. 8-1-1951, Expte. 294282/950).
Restitúyese forma de celebración según Res. 4-4-1941.
Restitúyese la forma de Celebrar el Día de la Escarapela según los términos de la Resolución del 4-4-1941, con algunas variantes (Res. 12-5-1960, Expte. 12515/960).